Mientras nos sentimos felices, recordamos cosas felices, actuamos felices, nos vemos felices y percibimos a los otros felices. Lo mismo cuando estamos infelices.
Mi estado mental impulsa mi memoria y mi memoria impulsa mi estado mental. Mi estado mental altera mi percepción como un espejo de la casa de la risa, distorsionando mi visión, escucha, olfato, sabor y experiencia táctil.
Cada persona guarda en su memoria su experiencia de forma diferente, dependiendo de su actual estado mental y corporal.
Los últimos días he aprendido que entre lo artificial y lo natural, hay rendijas que se transforman en pasadizos.
Mis sentidos han aprendido a percibir las huellas que imprime el alma humana en aquellas obras de arte que son fruto de amor y rigor, unas huellas que son idénticas en todas las civilizaciones y que tornan estéril la voluntad de distinguir lo nuestro de lo ajeno y hacen peligrosa toda exaltación de las raíces.
La cultura de la ostentación y del arribismo, la de los éxitos cuantificables y tornadizos me es, fundamentalmente ajena.
Por eso puedo ofrecer mi lucidez y gozo, lleno de simpatía por los placeres de los sentidos, de sorpresas y paradojas.
Sin perder de vista que ni el instante, ni la verdad, ni la persona amada jamás nos pertenecerán por completo.
Marcel Proust decía que el gusto de los aristócratas, está naturalmente emparentado con el de los campesinos, en una complicidad de la que permanece excluida la sensibilidad burguesa y citadina: Es un gusto formado en contacto con la naturaleza, seguro de sí mismo, fincado en una incuestionada consciencia de la propia ubicación social, modelado por una memoria larga y operante.
Estoy abierto al futuro con base en la realidad. Mi mirada está constituida de paradojas. Tengo las habilidades para obtener una síntesis a partir de elementos dispares tanto en mi trabajo como en mi vida.
Soy creador de espacios serenos pero inquietantes. Al mismo tiempo soy un hippie y un fresa, un empresario y un artista, amigo de los monjes budistas y usuario de las aplicaciones de citas, devoto de la Virgen María y vecino de una morenista, exquisito y campirano, un hombre, en fin, con herencia barroca expresada en mi práctica de mindfulness zen.
Mi hipersensibilidad no es proclive a la duda y al encandilamiento.
Mi gusto está firmemente anclado a la ciudad y al bosque y así continuará a lo largo de toda mi vida.
Mi refinamiento está en la firmeza con la que puedo imponer mi sobriedad campirana y mi osadía cosmopolita.
Una distancia me separa de los valores sociales tan fecundos como la imitación, la pretensión y el ascenso.
Soy un creativo independiente en un nuevo entorno que ahora enfrentamos en México con el auge del nuevo partido hegemónico que produce una supuesta revolución o transformación.
El Instituto Americano de Arquitectos formula a los arquitectos la pregunta acerca del sentido del quehacer de la arquitectura y del rumbo que guía nuestros pasos inciertos.
Mi apuesta por el futuro es realizar un arte bonito y convertir mis jornadas de creación y de silencio en un acto sublime de imaginación poética para todo aquel que sea tocado por la belleza, inspiración, embrujo, magia, sortilegio, encantamiento, serenidad, silencio, intimidad y asombro.
Mi faro es acoger el amor en mi alma. Quiero colaborar con el reino vegetal. Luis Barragan decía que un jardín bello es el más eficaz refugio contra la agresividad del mundo contemporáneo. Un jardín bien logrado debe contener el universo entero.
Soy católico, he visitado con reverencia y con frecuencia la iglesia de la Santa Cruz en el Pedregal que hereda el estilo de la obra de Luis Barragan, y nunca ha dejado de conmoverme el sentimiento de bienestar y paz que se apodera de mi espíritu al sentarme a escuchar el evangelio.
Intento trabajar y seguiré diseñando animado por la fe y con la esperanza de que mi labor, dentro de sus muy modestos límites, coopere en la gran tarea de dignificar la vida humana contra el oleaje de deshumanización y vulgaridad.
Siempre suyo,
Tony