De acuerdo con el CICLO DE LA VIDA las transiciones de la vida de una persona deben estar disponibles y ser visibles en cada comunidad. La muerte no es la excepción.
La presencia de los muertos entre los vivos es un hecho cotidiano en cualquier sociedad que anima a sus habitantes a vivir. En todas las culturas existe algún tipo de ceremonia en torno a la muerte y al duelo por los muertos. Hay miles de variaciones, pero el objetivo siempre es darle a la comunidad de amigos que quedan vivos la oportunidad de reconciliarse con los hechos de la muerte: el vacío, la pérdida; su propia transitoriedad.
Estas ceremonias ponen en contacto a las personas con la experiencia de la mortalidad y, de esta manera, nos acercan a los hechos de la vida, así como a la muerte. Cuando estas experiencias se integran con el entorno y la vida de cada persona, podemos vivirlas plenamente y seguir adelante.
Una persona debe vivir la muerte de sus seres queridos lo más plenamente posible, para mantenerse emocionalmente sano.
Recordemos a las personas que han muerto colocando monumentos con inscripciones y recuerdos que celebren su vida.
Demos a cada tumba un rincón tranquilo. Y si es posible un asiento sencillo o un banco debajo de un árbol, donde la gente pueda estar a solas con sus recuerdos.
No cometamos el error de ignorar el ritual del duelo en el espacio arquitectónico.